miércoles, 13 de mayo de 2009

100 metros



Ahí estás. Final olímpica de los 100 metros lisos.
Y cierras los ojos... te sientes poderoso. Nada podrá pararte.

Mantienes tus ojos cerrados y suena el disparo de salida.
Sales como no habías salido en tu vida. Corres como no habías corrido en tu vida.
Sólo puedes pensar en el oro olímpico. Es imposible que alguien lo esté haciendo mejor que tú.

Últimos metros. Llegada a meta. Rugido del público que abarrota el estadio.

Abres los ojos con tu mejor sonrisa.
Has llegado penúltimo.
Diste lo mejor de ti y sólo sirvió para sentirte ridículo.

Sorprendido ves al último corredor llegar andando.
Habla con los jueces. Les regala su mejor sonrisa... y, ¡zas!, el que no hizo nada se lleva el premio gordo.

Ni eres suficientemente bueno, ni se reconocerán tus actos...

Llora hijo mío... ¡eres patético!

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